Koldobika Jauregi
Alkiza 1959
« EL ARTE NO SIRVE PARA NADA, Y ESO ES LO QUE LE HACE VALIOSO ». He aquí una de las frases preferidas de Koldobika Jauregi. Frase que resume acertadamente el enfoque reflexivo y sabio con el que parece abordar su arte. Pero, para conocerlo en profundidad, hay que tener la suerte de reunirse con él en su taller y así comprender un poco mejor al artista: un taller rural y bucólico, al margen de la ciudad y de las servidumbres urbanas, un mágico lugar llamado Ur Mara rodeado de robles y helechos, enclave silencioso salvo por el lejano murmullo del arroyo Arraiaga.
Con toda seguridad, de allí procede la inspiración del escultor autodidacta: de esta naturaleza, de su tierra y también de la noche. La noche en la que vela inquieto y observa la profunda oscuridad que esconde el paisaje y modifica su percepción, la noche y la oscuridad que apaciguan y ofrecen silencio. La oscuridad, el silencio y la meditación caracterizan perfectamente su obra. Tras años de figuración expresiva, y a pesar de un reconocimiento precoz, Jauregi evoluciono hacia un lenguaje más abstracto y depurado, un lenguaje hecho de signos y símbolos poderosamente marcados en la piedra, la madera o el acero, para traducir con gran acierto sus sentimientos y sus estados de ánimo. Un lenguaje que nace también del dibujo, instintivo y primordial, del dibujo que traduce inmediatamente la espontaneidad de la inspiración y precede a la obra esculpida.
Por tanto, le guste o no a él, desde luego no cabe afirmar que el arte de Koldobika Jauregi no sirva para nada, pues nos invita a la calma y a la espiritualidad. Al descubrir los voluminosos bloques de mármol tallados y gravados o las placas de acero preciosamente entalladas y caligrafiadas, se adivinan el significado del mensaje y el importante lugar del artista en la escultura vasca.